Mtra. Sofía López Olalde
Introducción
Imagina que te cansaste de pagar talleres mecánicos que muchas veces te engañan o que tardan años en hacer el trabajo, así que decides inscribirte a un curso de mecánica automotriz básica.
El primer día del curso te presentas puntual; todo esto te resulta muy emocionante. Te pusiste la ropa más vieja que tenías porque seguro te engrasarás y empolvarás. Durante la primera clase el profesor explica lo que es un motor de combustión, proyecta hermosas diapositivas que muestran imágenes de las partes de un motor y además, para cerrar, muestra una simulación 3D del funcionamiento de cada parte del automóvil.
Has aprendido muchísimo en el primer día, aunque la verdad si te hicieran ahora mismo un examen seguro lo reprobabas porque escuchaste muchos nombres que no recuerdas bien qué son y dónde están: árbol de levas, pistón, transmisión… ¡en fin! Ya te familiarizarás con todos esos términos.
El segundo día del curso, un mecánico experto les cuenta su experiencia afinando coches y les da consejos útiles; es gracioso y te hace reír con sus anécdotas. El tercer día les dan la oportunidad de trabajar con un simulador en el que en la pantalla ven el coche y ustedes detectan el fallo. Difícil pero al final lo lograste. El cuarto día les hablarán de fallas menores en los autos y para eso el profesor proyecta un sinfín de diapositivas y habla sin parar. Al terminar les da un cuestionario para responder y preguntar si tienen dudas de algunos conceptos.
Ha llegado el último día del curso en el cual escuchas a un par de oradores, haces un examen que crees que reprobarás pues te confundiste en algunos diagramas y de nuevo te enredaste con los términos. Finalmente sin importar si aprobaste el examen recibes tu diploma.
Es sábado y no ha amanecido bien pero tú ya estás en la calle con el cofre del auto abierto ¡vas a afinar tu coche! Cuando te dispones a comenzar, te da un ataque de pánico ¡no sabes ni por donde empezar!, no distingues ninguna pieza del motor, no sabes si los ruidos que hace son normales o son señal de un desperfecto, no tienes idea si el color del aceite es el correcto… entonces, te das cuenta. En todo el curso no viste, ni tocaste ni escuchaste un coche verdadero así que en realidad no aprendiste lo que necesitabas. No sabes si abandonar el proyecto de ser tu propio mecánico, demandar a quien te dio el curso o sentarte a llorar. Es un momento decepcionante.
Así, es como nuestros niños y jóvenes aprenden regularmente en el aula; a través de apuntes en su cuaderno cuyo valor es que estén limpios y completos, diapositivas que se proyectan en el pizarrón, libros inmensos que completar y maestros que hablan sin parar. Después un examen de cosas que debieron memorizar y tarde que temprano un certificado que reciben por haber asistido un ciclo escolar a la escuela.
¿Qué pasa si pedimos a un niño de 4° de primaria que nos diga 10 usos de la multiplicación en su vida cotidiana?, ¿o si a un chico de secundaria le pedimos que nos señale dónde tiene el bazo?, o ¿qué tal preguntar a un alumno de 2° de preparatoria por el nombre del compuesto químico presente en el vinagre de su aderezo de ensalada?
El aprendizaje basado en problemas y/o proyectos (ABP) es una metodología que cada vez gana más terreno pues permite que los estudiantes aprendan haciendo, genera autonomía, ayuda a desarrollar una buena autoestima y estimula el pensamiento crítico y creativo.
Además de estos beneficios, el ABP logra algo muy importante: enseñar a docentes y a alumnos a planear y esto implica establecer metas y objetivos, seguir sus planes, generar estrategias que permitan alcanzar lo que al inicio plantearon y administrar recursos.
Implementar un modelo de ABP en el aula requiere de formación y dedicación; tal vez al principio pueda parecer abrumador pero los beneficios son palpables en el corto plazo y al final del día tendremos alumnos que se conviertan en ciudadanos críticos, creativos y proactivos.
Si hubieras metido las manos al motor de un coche en ese curso imaginario ¡ya estarás afinando tu propio auto y lo aprendido jamás se te olvidaría!